Segunda sesión CCB temporada 2019, 20 de agosto 2019
Yo no soy guapo (Joyce García, 2018)
Tu dices que no soy guapo no te lo puedo negar
Porque el otro dia contigo yo no me quise fajar
Si sacas una escopeta no vayas a disparar
Que yo me mato corriendo sin que tengas que tirar.
“Yo no soy guapo”, Sonora Matancera, 1953
La noche del 17 de agosto de 2019 vibró el público del Cineclub Bravo con los compases de Yo no soy guapo (Joyce García, 2018), película que indaga en los surcos de la memoria sonora y ritual de los bailes de barrio en la Ciudad de México. En varias capas, la búsqueda de las realizadoras se enfoca en un sector del movimiento sonidero mexicano y la genealogía lleva a la autobiografía que a su vez, revela y va exponiendo capas de la memoria melómana que recuerda con los comentarios de oyentes, pero tomando distancia de otros contextos para subrayar las dificultades actuales para satisfacer esa demanda del público aficionado. La historiografía de las canciones pasa por los puestos como Discos Poncho, fuente a donde acudieron también en su momento las radiodifusoras que se llevaron los éxitos que habían llegado discretamente en los vinilos y cuando el público los disfrutó ya no pudieron dejar de sonar a través de la transmisión por las frecuencias radiales. La sonidera que protagoniza la indagatoria, cuestiona el privilegio de las generaciones anteriores y lleva a recordar que ya la memoria es una lucha que nos lleva a los espacios y desnuda las razones personales por el amor a la música y al baile, con la complicidad de la directora para relatarlo vívidamente.
La tarea documental es ir con la cámara a los rincones discretamente y acompañar en los laberintos de recuerdos y de anécdotas vivas en el recuerdo popular, para que en la moviola se siembre junto a todas las secuencias con sus emociones, buscando evocaciones en los cuerpos que recuerdan en el árbol genealógico a La Socia, sonando en parques y calles de la colonia Morelos y quien tuvo la voluntad de ir a donde la llamaban y le prestaban una toma de luz para conectarse. En esa “escuela” de Guadalupe Reyes Salazar La Socia se formó La Changa, y antes con el sonido Aves del trópico, sonaron temas que después llegaron a las frecuencias de Radio Onda y Radio Voz. Otra promotora explica que en las fiestas en La Merced en octubre se da “el Vivelatino de los sonideros”; en la misa en la basílica de Guadalupe, la sonidera Lupita saluda a Cristalito Porfis y el mensaje del cura los alienta a servir a los demás con su oficio.
La lucha por espacios, las polémicas por la cultura, las disposiciones de la delegación. Los políticos que dan la espalda y la resistencia del gremio se suma a las dificultades, pero la solidaridad se genera honestamente. De acuerdo con la promotora: “No siempre el gobierno tiene la razón” y cuestiona: “¿Qué les quiere dar a los jóvenes de Tepito?, el operativo se impone y en el diálogo con la policía se revela el dispositivo de las violencias simbólicas. “No nada más existen los riquillos”, “¿Qué queremos? Nuestras calles”. Como sostiene la sonidera, los daños colaterales vienen por la frustración. “La gente tiene que divertirse y qué mejor que en su calle, en su casa, en su colonia…” También fluye la tristeza y todo pasa.
Había iniciado la proyección y llegaron la productora Yuli Rodríguez y Ricardo Mendoza, de Sonido Duende, quienes al finalizar dialogaron con los asistentes y en el debate despejaron dudas y plantearon cuestiones claves para entender las contradicciones y ampliar más las razones que se tejen en la historia documental, al caracterizar su empresa cultural como fuentes de empleo para el que se necesita crear un derecho para los sonideros para los espacios y con ello fomentar las identidades de los pueblos, las personas y las culturas. En la historia de las mujeres sonideras, se han dado pasos enormes. La Socia, prácticamente no se conocía y hoy son 63 sonideras activas aportando a la escena. Marisol Mendoza de “Las musas sonideras”, explica que es una tarea que comienza desde la visibilización a través de sus logotipos. La productora Yuli Rodríguez subrayó la importancia de defenderla en la moviola en un ambiente machista y comprendiéndola desde la gestión cultural y con una conciencia de género.
Del público, una antropóloga los felicita por saber estar en la comunidad y establecer lazos fuertes. Sonido Duende comenta que a pesar de la prohibición no ha dejado de tocar y siguen peleando un lugar. Al responder acerca de lo más loco que le ha tocado ver en un baile, relató que en el Valle de Chalco por una disputa mataron a pedradas a un joven. Relató que a la fiesta de La Merced, la mayoría va a escuchar y luego los contratan. Le ha tocado recibir 1000 pesos por media hora y en otros casos, compañeros han tenido que pagar para poder tocar en ese espacio. Pero, hoy uno bien pagado llega a cobrar entre 5 mil y 8 mil pesos. Actualmente, Duende está tocando cada semana en las calles de Santísimo y Soledad, acompañado de su hijo Ricardo Mendoza García. Añade que es dura la competencia en el medio y se ven pidiendo trabajo, poniendo sonido, se da una lucha por ver quién se escucha más duro. Sin embargo, todavía sigue la prohibición del GDF y el baile se metió a los espacios privados. En el actual contexto, es impostergable abrir la discusión contra la prohibición con la excusa de la violencia generalizada. El documental argumenta que son parte de la cultura urbana. “¿Cómo hacerlo bien?” se pregunta Ricardo Mendoza, es posible si los bailes se vuelvan culturales. “En los bajopuentes, se podrían prestar los espacios para tocar y bailar, y poner policías para cuidar los problemas” son de las familias y la prohibición viene de años. El veterano recordó que ya en los años 60s, Tin Tan habla en la canción Madrid, de cuando quemen La Merced. Radio Aguilita defiende esa plaza y busca seguridad para bailar. Las raíces de la violencia requieren otra atención con más oportunidades y por lo que se ve en las secuencias, toma por sorpresa a las autoridades la reivindicación de los derechos.
Sobre los orígenes y las similitudes que han encontrado en otros páises, explicaron que el título de la película viene de la Sonora Matancera “Yo no soy guapo”(1953), una canción que habla de alguien que no es peleonero en Cuba. En Colombia existen los Picó (pick up) y los Parlantes en la zona norte, costeña. En Colombia se repite y se hereda el sound system jamaiquino, la Cumbia de la Paz de Chico Cervantes. Esa energía que se replica tiene beneficios incluso hasta para la salud. En Neza forma parte de una cultura viva y ya es la costumbre aguantar la crisis contra las políticas públicas. Hay un sonidero viejo en el salón Lerdo y perdura el eco de las voces y los nombres de La Changa, Caribali, Pato, Legendario, Pancho, Nueva Sensación.
Duende reconoció que no trajo nada bueno el ocultar los títulos o cambiarlos para garantizar una exclusividad, tapando el tema para que no se supiera cuál era. Eso provocó que se desconocieran los autores y se perdieran rastros que mantuvieran continuidad entre generaciones a través del gusto músical. Confiesa que queda mucho por bailar en los vinilos, aunque hayan sido envidiosos al esconder sus temas. Jesús Vázquez, argumenta a favor de institucionalizar espacios determinados por colonia para bailar en Metepec, y relata que hace 19 años cada barrio con fiestas se cierra y es afortunado el convivio del pueblo, un derecho y una fuerza presionar, plazas deportivos para resistirse al monopolio de Ocesa y pregunta por qué las frecuentes interrupciones a las canciones durante las presentaciones de los sonideros, que no dejan oír completamente las canciones. Duende explica que al invitar se está grabando para nombrar el saludo en el disco. Pone de ejemplo los saludos en la cárcel, “Para los incorregibles”. Allá, los mensajes para los saludos los hacían llegar con una cubeta y una cuerda. Entonces, se trata de grabar el disco y dejarlo incluido el agradecimiento a los reclusos. Reconoce que Ocesa va contra los sonideros, como ocurrió con Sensación Cane. El sonidero reconoció que es difícil la unión por egoísmo y egos inflados; “hay envidias, bloqueos, desunión”.
Yuli Rodríguez explicó que entre los protagonistas de su investigación, optaron por acompañar la conciencia y consecuencia que representa como promotores culturales la familia Duende, defensores de la cultura sonidera. En los pasos sonideros también hay conflictos y oportunismos, y gráfica sonidera que se desplegó en el Centro Cultural España. Duende contó el origen de las cumbias colombianas, a las que se les bajó el tempo porque “las gaitas eran muy rápidas y se adaptó un cono”, crearon un pitch ajustable. “En Monterrey hay una Colombia chiquita, se le llamó cumbia “rebajada”. Aún así, la creatividad en los nombres merece diagnosticar parecidos, por ejemplo, super duende es un duende clonado de Tepito. Entre los desafíos, está poder llegar con dos roperos de 25 kg, rapson, trompetas, vinilos y gana el que haga bailar más. No se puede apostar con un nombre sin historia. Sonido duende, confesó que su colección ronda en los 10 mil viniles, y con temas de High Energy unos mil discos, con unos doscientos de rock. Comentó sorprendido que “todavía hace seis años tiraban los vinilos”.
La película les tomó 5 años haciéndola, cuando llega al público se convierte en una gran herramienta para comunicar posturas, mensajes y la realidad investigada. En 2014 pudieron presenciar los hechos durante el sexenio de Miguel Ángel Mancera y su política gentrificadora, favorable para inmobiliarias y que afectó a los sonideros. La película permite valorizar la cultura reconociendo lo que significa, sin regodearse. El equipo de Yo no soy guapo ha generado mucha confianza y todos han sido conmocionados en la amistad, en esa realidad se hace tuya, la causa. Hoy se están dando el rescate de La Socia y otros en las luchas de comunidades por sus derechos y para derribar tabúes. Cedecine está actuando ya como un elemento multiplicador para la difusión y extensión de estas historias.
Para cerrar la sesión, las bocinas recibieron a Sonido Marulanda que ofreció una selecta dosis de temas del son, guaracha y cumbia que pusieron a mover los esqueletos mientras las charlas seguían al ritmo de la sabrosura.
Texto: Gabriel Rodríguez Álvarez
Fotos: Orlando Jiménez Ruiz