Libros en llamas

24 03 2014

 

Biblioteca rica implica bibliotecas muertas.

Pierre Brisset

A un milagro, a la reinvención eterna del ser humano, a la genética de la repetición, a la necedad, a diversas búsquedas espirituales y materiales, a la fortuna y a lo fortuito, hasta a la alquimia y a la magia -menos a lo programado y a la preocupación por resguardar la memoria y el conocimiento colectivo sobre las ideologías- son razones a las cuales podría atribuirse el hecho de que contemos actualmente como raza con un cúmulo de conocimientos históricos, eso es lo que uno piensa después de leer el tan documentado como ameno Libros en Llamas, Historia de la Interminable Destrucción de Bibliotecas de Lucien X. Polastron (FCE, México, 2007). “El libro es el doble del hombre: quemarlo equivale a matar” reflexiona el prologuista a propósito de la obra.

Los capítulos La Cuna de las Bibliotecas, Fibras de papiro y El Islam en sus orígenes son fantásticos viajes a través de los tiempos por medio de la lectura.

En La Cuna de las Bibliotecas se menciona que es reciente la certeza que la ciencia tiene sobre la primera gran biblioteca enciclopédica que se formó, situada en la antigua Mesopotamia en sus palacios, tablillas, objetos, pisos, muros y techos inscritos como la legendaria biblioteca de Nínive reunida y construida por Asurbanipal en 669 antes de nuestra era, las anécdotas y comentarios sobre el descubrimiento y rapiña de sus vestigios por parte de los “financiados” por el Museo Británico como fue Henry Asuten Layard quien para el autor posee “ciertos rasgos de personaje interesante aunque no totalmente honorable inspiraron al Indiana Jones del celuloide”. Regresando a aquellos tiempos remotos, también vendrían las destrucciones del Conquistador Alejandro Magno como la del Palacio de Darío I y de Jerjes en Persépolis incluyendo su “fortaleza de los escritos” o las que devastaron en Tebas, Boecia o Tiro. Fibras de papiro esta conformado con los hechos acaecidos en las antiguas civilizaciones de Egipto -con las construcciones y destrucciones en Alejandría-, Roma, Grecia y Constantinopla. “Las Máximas de Ptahotep que contiene el papiro Prisse, son testimonio de un marcado respeto por el libro y la lectura… “nadie ha nacido inteligente… un acto escrito es más útil que una casa de piedra…“ Del Egipto faraónico esta edición alude al ajuste histórico en algunos paradigmas cuando en la página doce rememora “la casa de la vida” situada en el templo que contaba generalmente con una biblioteca “allí se formaba la juventud en los oficios de la comunicación (pintura, escultura)…” las búsqueda y los saqueos de aquello no has estado exentos de su dosis de tragicomedia como cuando

“la colección de obras literarias de un contemporáneo de Ramsés II, que pasaron por las manos de cinco cuidadosos herederos hasta que el último, un carpintero, arranco las hojas –en especial del preciosos Libro de los Sueños– para escribir en el dorso su correspondencia comercial o el encantador episodio de 1778, cuando 40 o 50 libros y documentos griegos fueron excavados por accidente en Gizeh por algunos fellahin, que los quemaron para aspirar su embriagante olor”.

La sentencia “los libros de mis enemigos son mis enemigos” recordada por Polastron vale para explicarse mucho de esta historia interminable de la destrucción y ataques a bibliotecas, como sucedió con las repetidas construcciones y destrucciones de la Biblioteca de Alejandría –la ciudad que tomó su nombre del mencionado conquistador macedonio- y en donde la biblioteca obtuvo su nombre (su más reciente ataque ocurrió en el verano de 2013 con los disturbios luego de deponer del poder al presidente Mohamed Mursi). “Si esta biblioteca hubiera sobrevivido, el tiempo de las tinieblas, a pesar del predominio del cristianismo, habría podido ser considerablemente más claro” cita el autor a Hugh Lloyd-Jones, mencionando la creencia de algunos pensadores de que la pervivencia de la biblioteca habría permitido saltar por completo la edad media. Sobre la um al makbat (madre de todas las bibliotecas) Polastron menciona su destrucción hacia 415 d.C. por el frenético fanatismo cristiano desatado por el patriarca Cirilo (canonizado después de esto como San Cirilo) y sus policías del culto, los parabolani cuando el cristianismo se volvió obligatorio y comenzaron a ser perseguidos paganos y judíos, dando lugar entre otras atrocidades a la lamentable lapidación de la algebrista, astrónoma y filósofa Hipatia. Como una actualización de referencias tenemos que mencionar que en 2009 este pasaje histórico fue excelentemente recreado en la magistral y poco difundida película Ágora de Alejandro Amenábar. Recomendamos dar click aquí para acceder a un sitio en donde hay varias opciones para ver esta película.

Un efecto contrario y pensando en la conservación de los documentos podría suceder con el egoísmo-ritual de muchos faraones, nobles, emperadores, ricos, quienes al hacerse enterrar entre sus tesoros con libros valiosos y bibliotecas enteras demuestra, a decir del autor que “en la medida en que estas maravillas son exhumadas, y se revelan legibles, es posible ver en esta práctica egoísta que pretende borrarlas de la faz de la tierra un sistema de conservación bastante eficaz”.

Del Islam de lo orígenes rememora al sanguinario fundador Umar bin al Jatab u Omar, cuyo “hagiógrafo lo describe austero, calculador y despiadado” y quien en nombre de la palabra de su yerno Mahoma (por cierto extendida principalmente de manera oral) destruyó ciudades como Ctesifonte en 637 d.C. gobernada por Cosroes quien “como su antecesores respetaba el canon zoroasatrista según el cual todo texto tiene valor por que el conocimiento es sagrado…” los siguientes califas en los orígenes y expansión del Islam no tuvieron invasiones y expansiones muy distintas a esa y la radicalización tuvo lugar, “al comienzo hubo un tiempo en que los musulmanes quemaban el Corán”. El lector podrá encontrar en este apartado también detalles sobre el alegre florecimieto a y terrible  destrucción de la biblioteca del álcazar en en Córdova en el reino de Al Andalus.

Gente del libro aborda la relación del pueblo judío con la palabra escrita, para ellos sus caracteres, todos, son sagrados por lo que repara el autor “puede apreciarse aquí el efecto particularmente traumatizante que pudieron haber tenido las incontables quemas de la literatura hebraica a lo largo de la historia” y versa también sobre las quemas de uno de los libros más perseguidos de la historia humana: el Talmud. Sin embargo “los mesianismos engendrados por el judaísmo no tienen nada que envidiarle en estupidez a los cristianos” como la que mueve las mal interpretaciones y manipulación de la vida y palabra del hasid Nachman de Breslau por parte de su secretario Nathan quien “exagera el concepto de sefer ha-nisraf: el libro quemado, ya que escribe un tratado que lleva ese título, que arroja a las llamas con absoluta coherencia, en 1808” inspirado en su mentor quien según él “llego a profesar la obligación de arrojar al fuego todos los libros sagrados, ya que al igual que los heréticos hacen imposible aproximarse al Nombre bendito” ya que existiría una especie de libro o palabra absoluta, el libro que se disimula dice Polastron citando Nathan, a su vez, supuestamente, citando a Nachman: “Ninguna mano lo tocó,  ningún ojo lo ha visto.”

Sobre las posiciones ante los libros de las dinastías imperiales chinas que en su mayoría solo respetaron sus propios escritos y quemaron los antiguos “para que puedan manifestarse la ley y las ordenanzas” como decía el decreto del emperador Qin, y que construyeron como destruyeron una y otra vez sus bibliotecas incentivando más que nada las falsificaciones, trata además de situaciones en la India y Japón, el quinto capítulo Asia antes del siglo XX, que comienza rememorando el mítico descubrimiento de la escritura más antigua en China proveniente del siglo XV y de la Dinastía Shang quienes practicaban el tabu (gran adivinación)  por medio de huesos de animales grabados con pictogramas y sobre el uso de láminas de bambú, tablillas de álamo, sauce, seda, hasta llegar al papel (zhi) que “arde mejor que el bambu” y que “hace su discreta entrada en la historia del libro alrededor del siglo II de nuestra era”. Sobre aquel decreto el autor dice y se remarca en el prólogo que “va a satisfacer ampliamente a aquellos consejeros de la escuela legista para los que el estado sólo puede ser gobernado si se mantiene al pueblo en la ignorancia. Y los que quieran estudiar –cita el autor un estudio de 1962 sobre los orígenes de los libros chinos de Qian Cunxun- que tomen a los funcionarios como maestros”. También se trata aquí el advenimiento de la imprenta y la pronta revolución que comienza para la cultura del libro y hasta podría ser que para la del propio coleccionismo. Además aquí se habla de la rapiña colonialista por parte de Francia e Inglaterra en China en 1860, que incluyó libros además de oro y recursos naturales, pocas veces coinciden en algo ese par de países, aquella invasión y en la misma época la intervención en México fueron excepcionales puntos de convergencia y empresa conjunta. La ciudad universitaria de ensueño en esta era en Asia  tuvo lugar en Nalanda, en donde la educación era gratuita al ser dotada por los reyes con el ingreso de cien aldeas, y que tuvo su ecuménica biblioteca conocida como Dharmaganja.

En El occidente cristiano por supuesto se habla de la Inquisición y sus acciones tanto en la España Católica como en el Nuevo Mundo, incluyendo los ardientes pasajes en la Conquista de Tenochtitlán y las acciones crematorias del Inquisidor Juan de Zumárraga con los tonalamatl o lo ocurrido en Perú en 1538 cuando el concilio de Lima ordenó quemar los antiguos arcanos después de que habían sobrevivido 50 años a la Conquista, beneficiadas por un considerado esfuerzo de los hombres de Pizarro, quienes tal vez, simplemente tenían como prioridad otro tipo de saqueos. Sobre la quema de códices aztecas y para que no parezca una expresión del bien alimentado rencor histórico nacional, cabe mencionar que los mexicas muchos decenios atrás y durante su desarrollo como imperio, habían destruido, quemado, adaptado o absorbido los libros, historias, leyendas y hasta la lengua y escritura de otros pueblos, todos ellos conocimientos que reunían y reinterpretaban en los amoxcalli. Sobre algunos escritos toltecas y mayas, sobre el misterio de Copán en Nicaragua -la posible Meca del  continente en su época- escribe Polastron en este capítulo aunque todo desde la óptica de la Conquista pese a hacer referencia a tiempos en que de las civilizaciones mesoamericanas no podrían considerarse ni “occidentales” ni cristianas. En este contexto se repara en la acción evangelizadora, educativa y formadora de los Jesuitas a quienes avanzado el tiempo de la Conquista en América pasaron de ser destructores de códices a interpretes de las culturas indígenas para después ser despojados de sus bibliotecas en todo tipo de revueltas incluyendo las independentistas. Las llamas que iluminaron el renacimiento y las revoluciones europeas en el siglo XVIII, etapas importantes del occidente cristiano, también alcanzaron páginas y estanterías y en este capítulo el interesado podrá encontrar valiosas coordenadas de ello.

Los nuevos  biblioclastas es el capítulo dedicado al recuento de los daños humanos y biblitecarios sobre todo durante las sucesivas guerras mundiales, civiles, étnicas y lo que se invente en Europa, por supuesto pasando por el Holocausto y el nazismo. Aquí hay referencias sobre la historia del campo de Austerlitz “un edificio de cuatro pisos situado en el número 43 del Quai de la Gare (hoy rebautizado como Panhrad-et-Levassor), donde 400 prisioneros de sacados de Drancy debían seleccionar pianos, joyas, vajilla, juguete, etcétera. “había todo tipo de productos uno creía estar en Galería Lafayette” según el testimonio de Jaqueline Jacob-Delmas”. Sobre la misteriosa, perdida y no clara ubicación de ese libro, el autor menciona la perturbación lograda en W.S. Sebad por esta situación, que lo lleva a ubicar este sitio bajo la Biblioteca Nacional en su libro Austerlitz. En un apartado titulado La Vuelta al Mundo de Fin de Siglo, el autor hace un repaso por casos sabidos de destrucción, robo, y reconstrucción de bibliotecas al final del siglo XX en la URSS, China, Camboya, Sri Lanka, Cachemira, Cuba, Francia, África, Bosnia de los Balcanes, Afganistán e Irak.

Del octavo capítulo Heridas de Paz el apartado Biblioteca En el Mar rememora una de las creaciones de Julio Verne, un espacio que nos parece suficientemente encantador como para sugestionar a próximos lectores del libro :

Altos muebles en palisandro negro e incrustaciones de cobre, sostenían sobre sus anchos estantes un gran número de libros encuadernados con uniformidad. Las estanterías se adaptaban a los contornos de la sala y terminaban en su parte inferior con amplios divanes de cuero marrón capitoné que ofrecían las más confortables curvas…

-Capitan Nemo- dije ami huésped, que acabava de sentarse en un diván-, esta biblioteca es digna de más de un palacio del continente y estoy verdaderamente maravillado cuando imagino que puede undirse en el findo del mar.

Orlando Jiménez R.

Portada de la 1a edición

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